Hace 5 años rompí una ventana - movida no sólo por la claustrofobia sino además por no saber inglés - y de casualidad entré a un mundo que no conocía y que en ese momento no me llamaba la atención: El blog.
Estuve acostumbrada a otro tipo de alternativas para escapar... Así como piso las carpetas para cruzar el aula, en vez de salir por la puerta me trepo por la ventana. El único problema es que la ventana de mi ex dormitorio - la que inspiró el nombre de este espacio - estaba cubierta por un pastel de ladrillos y concreto, por eso nunca pude salir de ahí.
Ahora tengo un cuarto grande, es mi oficina, mi taller y mi depósito a la vez. Mi ventana no tiene parches pero tengo una grieta en el techo que no me deja dormir y, lamentablemente, no puedo escapar por ella.
Han pasado ya varios años, a veces creo que he dejado de ser potencialmente divertida, a veces creo que he madurado, sin embargo, creo también que hay cosas que son básicas, como las manías que aprendimos de chicos y que hasta ahora no podemos evitar, por ejemplo, a pesar de estar más cerca de los 30 que de los 20 aún no sé cuál es mi lado derecho. Me explico: A los 2 años me accidenté, se me cayó la plancha en la mano por treparme a la cama, cuando entré al nido a los 3 años nos enseñaron a rezar y para persignarse nos pedían levantar la mano derecha, eso nos tomaba varios minutos. Un día me di cuenta de que mi mano quemada era la derecha y hasta hoy, cada vez que me preguntan por alguna ruta o algo parecido, instintivamente me miro las manos.
Aprendí a amarrarme los zapatos a los 16 años, a esa edad también aprendí a tomar bien el lapicero y lo hice por vergüenza en realidad, nunca pensé que mi particular manera de cogerlo estuviera mal. Durante la escuela tuve las mejores notas en conducta, pero los profesores no sabían que la instigadora de los reclamos en el salón era yo, que la que ponía ratas blancas en botellas cerca del colegio era yo, que la que se peleaba a la salida en una mecha terribilísima también era yo.
Así es como entiendo que hay cosas que parecen y que no son, manías y costumbres que nos perseguirán toda la vida y que, tal vez en un momento de lucidez, madurez o puro aburrimiento, intentamos desentender. Por eso creo que algo dentro se mí se apagó: un buen día me desperté sin ser tan torpe y dejé de darme risa, de repente dejó de gustarme el frío y extraño el sol, ya no me pinté el cabello negro, hoy lo teñí de púrpura, estoy comenzando a odiar los zapatos altos, ahora me preocupo más por casi todo, lloro cuando veo películas sentimentales y además, dada la poca trascendencia de lo aquí escrito, creo que ya no me sirve de mucho escapar por acá. Por eso me despido de los pocos visitantes que eventualmente recibo, lamento informarles que este será el último parche de esta ventana.
Ojalá y en algún momento todo vuelva a su lugar, pero eso será poco a poco. Esto me recuerda a una frase de José José: "Porque el alma se vacía, como el cántaro en la nube, el amor acaba".