Ahora podría contar que me siento felicísima, muy a pesar de que la adolescencia me llegue a los casi 24 años...sí pues, me está saliendo el acné que no quiso reventar a los 15 pero así son las cosas, tardan pero llegan.
Le regalé mis relojes al antucuario, he tejido fantasmas durante años para crear una visión coherente de mi desorden vital...parché mis ventanas para no ver la realidad, sin embargo dejé sólo a un pedacito de cielo acostarse a mi lado, en la cama. Poco a poco me hice de un oficio para darle vida a las sombras, para hablar sin tener que recurrir a mi torpe lengua, para no usar esa voz que producen mis atrofiadas cuerdas vocales.
Tomé el oficio de mentirosa -es decir, escritora- y creadora sueños raros, de sombras hechas con la mano, de muñecas vestidas de mujeres alocadas, de cartas anónimas que le hacen feliz a la gente, de regalos tocatimbres y de la masa de un enorme pastel que induce a la más amena sobremesa.
Por eso escribo hasta que me pongo a pensar ¿por qué estudiar historia del arte? si al final sólo recuerdo lo que imagino - y sí, en un inicio vivía pensando en que la historia que construyó el hombre pudo haber tenido un origen diferente en cualquier otro cerebro - recuerdo en cierto momento a los bichos que recorren mis neuronas, microtarzanes trepándose en lianas llenas de mielina...es en ese momento que me cuelgo de la realidad y me río y me río de ella cada vez más.
Por eso soy la mosquita cuasinvertebrada que pasa silente y expectante, te obsequio una fantasía cada miércoles por la mañana, soy la liliputiense más rebelde, la brúju-la sin protocolo, la pavita que usa faldas y habla en español, la que se favorece de los mitos no finiquitados, la que se despierta creyendo ser un río, que corre y se deja fluir...
1 comment:
ah, pero que bonito te salió.... sobre todo el segundo y tercer párrafo.
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