Monday, February 18, 2013

Cuando todo comenzó

[Escrito el 29/08/2010]

Julio 2010.
Mi vida era solamente mía y todo parecía estar en orden; 26 años, bachiller con trabajos eventuales, varios proyectos, un novio, un diplomado casi terminado, muchos amigos, muchas amigas, fiestas, bailes y reuniones, amanecidas, anochecidas, caminatas y otras cosas más que me permitían hacer lo que se me venga en gana.

Ese mes, mi novio se fue a Niza a estudiar y se quedaría recorriendo el viejo continente por 30 días, tiempo que supuse interminable. Nos despedimos el 29 de julio en el Jorge Chávez, a pesar de mi marcado resentimiento hacia los "hasta pronto" en terminales áereos y terrestres.

Evidentemente, aproveché esos días para salir con mis amigas. Fiestas, cenas, mucho baile y un poco de alcohol para regresar feliz a casa a las 9:00 a.m. y dormir hasta el medio día.

Los días pasaban y todo se iba transformando, de pronto ya no toleraba el trago ni el cigarro, el café no me ayudaba a mantenerme despierta y pese a ser insomne, dormía 8 horas. También se me antojó alimentarme sanamente, dejé de comer comida chatarra, comencé a ordenarme programando desayuno, almuerzo y cena para el día a día; me levantaba cada mañana con ganas de yogurt y corn flakes, a la 1:00 p.m. era necesario una sopa de verduras y, en la noche, un pan árabe con queso fresco. Curiosamente, esa saludable lista me hizo subir de peso y no entendía por qué, comencé a hacer ejercicios.

Particularmente me sentí sensible esos días, no solo porque demolieron mi casa, sino porque se me dio por dibujar a un niño con un árbol en mis cuadernos llenos de vacas flacas, lloraba viendo cuentos y otras cosas en la tv, no podía dejar de abrazar a Verdura, mi golden retriever, y todo eso se lo atribuí a mestruación, aunque según mi calendario ya contaba con un ligero atraso pero no lo tomé en cuenta.

El viernes 27 de agosto, amanecí con náuseas y vomité, además me percaté de que la pasta de dientes me daba asco, cosa rara siendo yo una amante de la menta.

Pasaron 24 horas y me hice una prueba de embarazo, salió positivo y le tomé foto para enviarla por e mail y Efraín pueda verla desde Madrid o Barcelona. También desperté a mis amigas, contándoles lo sucedido, una de ellas me acompañó a hacer la prueba de sangre para despejar cualquier duda.

Marina y yo estuvimos dando vueltas alrededor del laboratorio hasta que por cansancio nos sentamos en la vereda por la que coincidentemente esa tarde, transitaron el 20% de nuestros conocidos, a los que dimos "N" explicaciones diferentes de nuestro paso por ahí.

"Mamacita, si sale negativo nos vamos a tomar una chela, si no te invito un helado", me decía Marina como bromeando. Horas antes hizo comentarios acerca de mi supuesto embarazo, le pidió al cobrador en el micro que pida el asiento reservado para mí, se peleó con el chofer por manejar como una bestia, entre otras cosas... pero no podía odiarla, siempre agradeceré todo lo que hizo y dijo ese día.

Horas después leimos juntas la prueba y no la entendimos. "Señorita, ¿qué quiere decir esto?", "Ah, estás recontra embarazada, debes tener dos meses". Lloré, no necesariamente de emoción, también recordé a los 5 médicos que me dijeron años atrás que no iba a poder tener hijos y hasta hoy pienso, ¿será posible denunciarlos?

Llegamos a casa de Clara con un Peziduri y nos lo comimos, haciéndonos la idea de que desde ese día ya no seríamos tres.

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