Monday, February 09, 2015

Cocina con amor

Mi relación con la comida siempre fue complicada, desde pequeña me crearon complejos que acabaron en tormentos adolescentes de los que hasta hoy no me deshago, pero lo cierto es que a pesar de los trastornos alimenticios que sufrí siempre tuve presente que para comer debía llegar a alguna casa, ¿y por qué casa? Porque se supone que en las casas siempre hay amor, aunque a veces acababa matando el hambre con los embutidos y galletas que te dan de cortesía en los súper mercados.
De niña, invitaba a todos a comer a mi casa porque mi mamá cocinaba muy rico, lo curioso era que ella nunca se enteraba de mis reuniones. De pronto llegaba gente a cenar y no había nada que ofrecer. Otra cosa que recuerdo es que cada vez que cumplía años, mi mamá cocinaba carapulcra y yo era la más feliz del mundo pero todo se fue perdiendo con los años y el amor se terminó cuando papá se fue a vivir a Tacna, aún recuerdo el día en que mi mamá rompió su romance con la sazón, que volvía cada vez que papá regresaba a Lima.
Cuando tuve 14 años y me deprimía porque no podía cambiar el mundo, salía del colegio caminando sin dirección y sin ganas de volver a casa, porque "mi casa" se convirtió en un lugar para pensar en todo lo que no podía ser y hacer pero esa terrible sensación cambiaba cuando, después de las 03:00 de la tarde, comenzaba a sonarme el estómago y desviaba la ruta para dirigirme a un lugar en el que me sentía mejor: la casa de mamá Nati.
Natividad Flores es la mamá de mi papá y siempre fue LA mamá, aunque machista por la crianza y la edad, pocas personas me dieron tamaño ejemplo de lucha. Ella siempre se entregó a todo lo que hacía y, a mi parecer, le salía bien. Vivía para engreír a sus nietos, entre muchas otras cosas, y lo hacía cocinando pasteles, empanadas, postres, todo tipo de guisos y todo, TODO, siempre sabía a casa.
Pasaron los años y al salir del colegio me di a la vida práctica, en la que siempre fue más fácil comer un choclo sancochado, una lata de atún, lechuga cortada con la mano, queso fresco y cuando hacía frío, sopas instantáneas pero todo cambió varios años después, cuando supe que sería madre.
Cuando el pediatra me dijo que la niña debía comenzar a comer, me propuse cocinarle siempre lo mejor que pudiera para que sepa desde pequeña que en casa se come mejor que en cualquier otra parte.
Desde entonces cocino con gusto, y no solo para ella sino para todos los que quiero, además caí en cuenta de lo que mi psicóloga decía: "la comida es amor y nuestra forma de interactuar con ella es un indicador de cómo nos sentimos".
Por eso hoy, cuando a mi niña de casi 4 años le pregunto: "¿Qué quieres que te cocine hoy?", ella contesta: "Carapulcra con amor".


2 comments:

Paul Asto Valdez said...

que genial que vuelva la Ventana Joshe, se te extrañó tanto. U_U

Pepefina said...

Gracias Polisho!