Hoy he despertado cuatro horas más tarde y he vuelto a sonreír de día. Olvidando el orden habitual, desperté sin mirar los stickers del techo, ni las cajas, ni mucho menos el espejo...me quedé en la cama sin peinarme ni cambiarme el pijama. Decidí no usar ropa interior, ni calentar el agua para el café...y dejaré los cigarrillos para una noche fría en la que suene casualmente, una pieza de jazz.
No me levanté para cuestionarme, ni para preguntar por qué tengo tan larga la nariz, tampoco para contar a los amantes y preguntarme cual fue el mejor beso que recibí. He dejado que la luz entre por la ventana, que el jabón de glicerina se llevé el sueño de mis ojos desviados y que seque la humedad con tollas suaves y blancas. Bostecé como nunca, exhalando el más profundo letargo de mis inviernos inesperados.
Luego corté mi cabello viejo y gastado sin ir a la peluquería...soy alérgica al lenguaje de la belleza. He cruzado calles y avenidas, he visto a niños corriendo y jugando...me quité los zapatos y he caminado descalza por los parques, he sorteado equilibrio en las pistas esquivando carros, he pedido permiso a la gente en lugar de empujar, ya no hay motivo por el cual deba tener prisa...
He paseado entre anaqueles y libros, tiendas de pañuelos, collares y anillos, juguetes, helados y cortinas, y gente que no me ha visto...a la que miro y respiro diariamente, a la que saludo cuando entro, de la que me despido cuando salgo, a la que sonrió con los labios largos y escucho sin querer.
Al final del día, salgo corriendo y riendo, gritando cuando necesito hacerlo...sin embargo, hoy fue distinto. Hoy deje que el mundo fuera más rápido que yo, hoy quise verte pequeño desde el balcón, hoy vi niños jugando y riendo, vi madres renegando con ternura, vi ropa tendida en el cordel, vi papeles viejos y cartas, vi mis diarios de infancia, zapatos botados, sombreros y dulces colgados en las vitrinas, sentí el olor a pan caliente y el de los guisos de las vecinas...vi al mundo que veo tan poco.
Es por ello que he borrado mis huellas para dar dos pasos más por día, sin que nadie lo note; caminaré despacito para no despertar a los curiosos y burlaré cada paso cambiando las banderitas que me adornan la frente...sin sospechar que al final del camino, esperaré y respiraré para retroceder tres pasos cada noche, antes de volver a la cama.
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